Una noche con Campillo

 

El pasado jueves 28 de Marzo se realizó en Cellers La Vinya una de cata de vinos de las Bodegas Campillo (d.o.c. Rioja) Nuestra puerta secreta se abrió para albergar un speakeasy sobre vino, y un evento muy especial para nosotros.

Francis Sánchez, Brand ambassador del Grupo Faustino, fue el director de esta sinfonía vinícola. A su derecha y pendiente de que la orquesta de vinos estuviera en las mejores condiciones para el inicio se encontraba Juan Navarret de la distribuidora Hispania 98.

Los asistentes se acomodaron en sus butacas, dispuestos a disfrutar del concierto vinícola.

Campillo blanco 2017 elaborado con viura y chardonnay fue la primera nota de la noche. Fino delicado, elegante, armonioso pero vivo e inquieto; este vino blanco joven quería dar el do de pecho, y lo hizo cuando pasó a la boca. La juventud, la frescura de la nariz, se convirtió -en boca- en un vino con cuerpo y personalidad. Largo, redondo con unos toques de acidez, nada molestos y duraderos, ideal para tomar a deshoras y disfrutarlo con tranquilidad. Pero no todos los vinos tienen este menester, ya que es ideal para acompañar con una ensalada copiosa, de esas que llevan: pipas, algún tipo de queso fresco, membrillo, fruta o granadas. Estamos delante de un vino que es polivalente, sin dejar de ser serio, que podríamos tomarlo, por ejemplo, con un pasta acompañada de salsa a base de crema de leche. Otras de las opciones sería la de un pescado graso como un salmón a la brasa o -incluso- una zarzuela.

El siguiente movimiento corrió a cargo del Campillo Rosé, un nuevo producto presentado a nivel mundial pocos días antes. Un vino rosado con un color piel de cebolla que detonaba un tono provenzal. Un equilibro entre frescura -debido a que es de última añada- y volumen ya que se elabora con garnacha. Con un color limpio y brillante que invita a degustarlo. En nariz es intenso y con aromas a frutos rojos y notas muy florales. Fue el más aplaudido hasta ese momento. La sorpresa residió en lo bien elaborado que esta, en la complejidad y la seriedad que desprende. ¡Nos sorprendió a todos! Este vino nos lo imaginábamos maridado con unos arroces elaborados con sarmientos de la Rioja, con unos pinchos o con tomates rojos con queso.

Más tarde fue el turno de El Niño 2017, un buen vino a un buen precio. Del cual el director de la sinfonía nos transmitió, con gran sensibilidad por su parte, las experiencias gastronómicas, culturales y familiares que lo acompañaron en ciertos momentos de su vida. Sus palabras nos trasladaron a la calle del Laurel de Logroño, donde nos imaginábamos tomando unos pinchos. Un caldo que sorprendió por la facilidad con lo que lo disfrutamos y la elegancia de un vino muy bien elaborado que no pretende ser el pequeño de la casa. Podríamos definir El Niño 2017 como el vino que se esfuerza para llegar a ser un día el hermano mayor de la bodega, el Campillo 55.

El cuarto movimiento, fue el Campillo crianza 2014. Para empezar, la añada ya sorprendió a los asistentes, ya que se trataba de una año excepcional para la Denominación de Origen Calificada Rioja. Muchos de los vinos que comercializan como reserva corresponden a esa misma temporada, otro detalle más que define la seriedad y buen hacer de Campillo. Una bodega que elabora vinos para ser consumidos en el momento de la compra o bien en un espacio-tiempo no demasiado pronunciado. Algunos de sus competidores elaboran vinos de crianza que son buenos, sí, pero deben afinarse en botella y esto no siempre pasa en la mejores condiciones, sobretodo, cuando el embase sale de la tienda especializada.

Es un vino elaborado con la variedad de uva tempranillo, en altitud de unos 730 metros sobre el nivel del mar. Con una crianza en barrica américa de 225 litros de 18 meses y, más tarde, pasará al botellero de la bodega hasta su salida al mercado. Un color intenso cereza picota de capa alta define al caldo como denso. En nariz es intenso -como debe ser- tanto por el color como por la densidad. Notas de fruta fresca, notas dulces, un fondo de madera, elegante, sin sobresaltar, como el aroma tostado aportado por la barrica. Una vez en boca, el silencio de la sala fue largo, el público se quedó sorprendido, sin palabras, disfrutando del momento. Anduvo el miedo de mediar palabra y romper el sosiego que nos proporcionó un caldo tan estupendo. Después vinieron las expresiones de sorpresa, la exaltación, incluso un aplauso se pudo escuchar desde el fondo de la sala. ¿Qué más se puede explicar de un vino que proporciona momentos como este?

El quinto movimiento empezó con expectativa, ya que veníamos de un grandísimo vino, pero ahora tocaba abrir el Campillo Gran Reserva 55 -con una añada declarada por el consejo regulador como Excelente- y el interés era máximo. Hay que destacar que la etiqueta forma parte de la historia particular de la bodega, que va por la cuarta generación. Un gran reserva de corte moderno, elaborado con tempranillo y graciano. Envejecido en barrica de roble francés del bosque de Allier, durante un período de 24 meses. El buen hacer del bodeguero hace que la fruta domine a la madera, creando un vino verdaderamente gastronómico. No hace falta esperar a una gran fecha ni esperar a que el vino se redondé en botella, simplemente porque ya lo está. Un vino que evolucionará durante muchos años -siempre en buenas condiciones de conservación-. Cabe decir, que las expectativas de este vino eran altas, y así lo demostró. Si veníamos de un sorprendente vino de crianza, ahora nos enfocábamos hacia un Gran Reserva, y este debería ser como la 5ª sinfonía de Beethoven. En nariz confituras de frutos rojos, regaliz negra, pimienta, nuez moscada, hinojo, torrefactos, chocolate negro y amargo... En boca redondo, elegante, denso y duradero, un fin sin de sensaciones inacabables, todo placer, un vino que todos definiríamos como “de gran calidad“.

Normalmente las sinfonías no constan de más de cuatro movimientos, pero después de este quinto, superarlo era difícil. Nosotros lo hicimos. Además, de la única manera que solo puede suceder en Cellers La Vinya. Teníamos preparada esta cata con Francis Sanchéz desde su primera visita a nuestro establecimiento hace más de un año. Sus conocimiento infinitos, su honestidad, humildad, educación, en definitiva, un gran comunicador de la cultura del vino le hacia merecedor de ir un paso más allá y debíamos preparar algo que le impresionara.

La clave de todo, fue encontrar en nuestro almacén unas botellas de Campillo Reserva 1985, un vino buscado, valorado y perseguido por muchos aficionados y profesionales del sector del vino. La presencia de esta botella impresionó a nuestro director de orquesta. Con miedo, respeto y admiración se hizo con su batuta para dirigirse con ella al centro del corcho. Después de unos interminables minutos en los que, por la edad del vino, y las condiciones del tapón, Francis desplegó toda su magia para abrir tan preciada botella, ya que estaba pensada para ser abierta el año de su puesta a la venta y no 34 años más tarde.

Finalmente, un aliento de tranquilidad lo hizo sonreír, se sentía afortunado por abrir una botella así, rodeado de un público entregado, que esperaba la primera valoración olfativa de esta joya. “Vamos a catar una botella única“ fueron las palabras que pronunció el director de orquesta después de pasar el trámite del corcho y comprobar que todo estaba en perfectas condiciones. La platea murmuro, los móviles en posición de cámara para inmortalizar la etiqueta y el momento. "Pido un decantador" y con la sensibilidad con la que un violinista afina su Stradivarius antes de tocar, el vino corrió hasta un decantador que pertenece a una de las mejores bodegas del mundo que le fue brindado para tal especial momento. Decantó un Campillo Reserva 1985 en un decantador de Lafite Rothschild, acto seguido empezó a servir en la copas como si entregara la comunión en la Iglesia -silencio, solemnidad, orden pausado y cauto en todo momento-.